La revista SpeakUp, que me ha sido de
utilidad en muchas ocasiones, sacó en septiembre un número que iba acompañado
de un DVD con la película Little Women (Mujercitas), versión de
Greta Gerwig. Es de suponer que este DVD se utilizará en más de un aula. Aunque
la película es visualmente hermosa y comparto el amor de su directora por la
obra de Louisa May Alcott, creo que no es fácil de seguir y de entender para
quienes no hayan leído previamente la novela. El guion, nominado a un Óscar, salta alegremente de un
período a otro en la vida de las protagonistas. Escenas en las que estas ya
son mujeres, van seguidas sin más de escenas de su niñez de forma mareante, sobre
todo por ser las actrices las mismas en toda la película. Sólo forofos de la
novela pueden apreciar lo que está pasando y lo que se ha hecho con la obra. Va
a hacer falta algo más que el librito guía que ofrece la revista para que un
neófito se aclare. Por cierto, he detectado un error en la página 6 de la guía, donde se dice que el protagonista
masculino vive con su tío. No es cierto. Este chico vive con su abuelo. No hay
ningún tío por ninguna parte. Repito que la revista me ha sido muy útil muchas
veces. Esta es una ocasión algo especial.
Publico esta entrada precisamente para dar algunas claves que puedan ayudar a explicar la película o incluso la novela en el aula, y también porque el día 29 de este mes de noviembre Louisa May Alcott cumple 188 años.
INTERPRETACIONES
Como toda buena obra, la novela de
Louisa May Alcott sobre cuatro hermanas que crecen con ética pero en libertad,
admite interpretaciones diversas. Las distintas películas y obras teatrales e
incluso el musical que la han adaptado han dado más importancia a un aspecto u
otro de la novela. Así, la película filmada en 1933, debido a la Gran
Depresión, pone énfasis en la precaria situación económica de la familia March.
En cambio, la película de 1949, debido a la Segunda Guerra Mundial, recalca el sacrificio y el esfuerzo que hay que hacer cuando hay una guerra que
ganar, en el caso de Mujercitas la guerra civil norteamericana. El film de 1994
pone el acento en lo inteligentes y creativas que son las hermanitas March y en
como desean salir adelante y cumplir sus sueños en un mundo en el que las
mujeres tienen pocas posibilidades aparte de un matrimonio de conveniencia o un
trabajo mal pagado en la primera enseñanza. La película de 2019, que es la que
nos concierne aquí, lleva esta necesidad de hacerse valer mucho más lejos.
Para entender mejor lo que el film
del 2019 ha hecho con la novela, hay que entender a cada uno de los miembros de
la familia March.
LOS MAYORES
El Sr. March es un idealista y un
activista que lucha por la abolición de la esclavitud. Se pasa la mayor parte
de la novela en el frente. Escribe cartas a sus hijas instándolas a ser buenas
pero también efectivas. Es de esas personas que en su afán por ayudar a los
desfavorecidos dan incluso más de lo que tienen, por lo que los apuros
económicos son algo frecuente en su hogar.
La Señora March tiene que ocuparse de
todo aquello para lo que no tiene tiempo su marido. Está claro que sus hijas no
van a ser ricas herederas. Tendrán que salir adelante por sí mismas. De hecho,
las dos mayores, a pesar de ser adolescentes, ya trabajan y contribuyen a la
economía familiar. Pero las March no
sólo cuidan de sí mismas. Se ocupan también de una familia de indigentes, los
Hummel, privándose de los escasos caprichos que podrían tener para mejorar la
suerte de unos niños hambrientos y
enfermos.
La Tía March es rica. Y quiere seguir
siéndolo. Por eso apenas ayuda a nadie. Considera a su sobrino, el Sr. March un
iluso. La poca ayuda que da a sus parientes consiste básicamente en emplear a
una de las niñas como señorita de compañía.
El Sr. Lawrence, vecino de la familia March y abuelo del amigo del alma de las niñas, también es rico. Más sentimental que la Tía March, de vez en cuando tiene bonitos detalles con las chiquillas y presta también ayuda a la familia cuando las cosas se ponen feas.
Hannah, la fiel sirvienta y amiga de la Señora March, cuida de las niñas como si fuesen sus hijas y las acompaña cuando van a socorrer a la familia Hummel.
LAS HERMANAS Y LA PAPILLA MORAL
Louisa May Alcott restaba
humildemente importancia a los muchos libros para jóvenes que escribía diciendo
que su obra era papilla moral. Sin embargo, en esa papilla está también la grandeza
de su obra. En el siglo XIX había gente
que quería ser buena. Y en realidad de eso va Mujercitas, de cuatro niñas que
querían ser buenas. No solo ambicionaban triunfos materiales.
Para poder progresar y mejorar como
personas, las cuatro hermanas identifican cada una el que consideran el mayor
de sus defectos y a lo largo de la obra intentan vencerlos.
Meg (Margarita) la hermana mayor, señala
la vanidad como su defecto. Muchos lectores piensan que es la más deslavada de
las hermanas. Pero en realidad no es así. Este personaje simplemente es más
difícil de entender para aquellos que carecen de una sensibilidad como la de Meg.
En realidad, Meg no es vanidosa. Es que siente verdadera atracción por la
belleza. Al principio esta atracción se
manifiesta en un afán por poseer cosas bonitas. En un capítulo de la novela,
las chicas hablan de sus sueños. Meg no es muy ambiciosa. No pide destacar. No
quiere fama ni grandeza. Quiere un hogar muy bello lleno de personas amables.
Su lealtad para con las ideas de su padre y su facilidad para ver lo bueno que
hay en los demás la lleva a un matrimonio que la condena a una vida de
privaciones. Meg se casa con un hombre pobre porque se da cuenta de que es más
bello por dentro que sus pretendientes
ricos.
Jo (Josefina) piensa que la ira es su
pecado capital. Se indigna fácilmente, y esto trae malas consecuencias. Por lo
demás, Jo es consciente de que como mujer sus posibilidades son muy limitadas.
Daría cualquier cosa para poder alistarse e ir a pelear en la guerra y hasta
considera disfrazarse de hombre para poder hacerlo. Ella sí sueña con ser famosa y triunfar como
escritora, pero sobre todo para poder ayudar a su familia. Además de trabajar
como señorita de compañía para la Tía March, con la que choca continuamente por
su espontaneidad y brusquedad, Jo hace
sus pinitos como escritora vendiendo historietas de aventuras truculentas, muy
del gusto de la época, a la prensa amarilla. La autora de la obra quiso que
este personaje permaneciese soltera, pero sus editores la presionaron y no hubo
más remedio que encontrarle un marido a esta chica. En Hombrecitos, una de las secuelas de mujercitas, encontramos a Jo
dirigiendo una escuela muy especial para niños junto a su marido.
Beth (Isabel) es patológicamente
tímida. Tiene que vencer una timidez que
no la permite formar parte de la sociedad. El Sr. Lawrence, que ha perdido una
hija, regala a Beth un piano que perteneció a la difunta. En agradecimiento,
Beth borda unas zapatillas para el anciano y se atreve a regalárselas. Un gran
logro para esta niña que no podía asistir a un acto social pero no tenía miedo de asistir a desvalidos, hasta el
punto de que estos la contagian una enfermedad que la debilita la salud y la
expone a coger tuberculosis. Beth muere dejando un vacío enorme en la familia.
Amy (Amada), según dicen todos, peca de egoísmo. En realidad es más práctica que egoísta. Ambiciona ser
una gran pintora, pero cuando se da cuenta de que no es ningún genio se
conforma con optar por un buen matrimonio. Es el personaje preferido por todas
las lectoras competitivas, pues al final de la obra aparenta ser la ganadora,
ya que consigue tanto riqueza como amor.
Pero Amy sólo consigue ganar cuando se arriesga, y pone su corazón por
encima de su afán de riqueza. Rechaza la petición de matrimonio de un hombre
muy rico al que no ama porque piensa que puede tener una posibilidad de casarse
con el chico que realmente desea, que está también convenientemente forrado,
aunque no tanto como el anterior. Así demuestra Amy que no solo es la ambición lo que la mueve.
LOS MARIDOS
Theodore Lawrence, Laurie para los
amigos y Teddy para Jo, es el protagonista masculino de la obra. Nieto del rico
Sr. Lawrence, observa a sus vecinitas desde la ventana de su caserón hasta que
se atreve a hablar con la más decidida de ellas. Aunque se convierte en el
amigo inseparable de Jo, cada una de las hermanas tiene su momento con este
joven. Meg se encuentra con él en una fiesta lujosa y tienen oportunidad de
disertar sobre la vanidad. Beth, más tímida, admira su vitalidad desde lejos,
deseando ser como él. Esto hace que su hermana Jo piense que Beth está
enamorada del joven y se distancie de Laurie con el propósito de cedérselo a su
hermana. Pero es Amy la que se casa con él. Hay quién dice que Laurie en
realidad no ama a Amy sino a la familia March. Él es huérfano, y ha encontrado en los March la familia
que ansía tener. Pero al lector asiduo
de cuentos de hadas no le debería sorprender este final. En un capítulo Laurie se comporta como todo un héroe y salva la vida de Amy, a punto de morir ahogada en un lago helado. En otros, han mandado a Amy a vivir con la Tía March para que no se contagie de la escarlatina que ha
pillado Beth por cuidar a la familia Hummel. Laurie ha prometido visitar a Amy
todos los días para que se la haga más llevadera su estancia en casa de su tía
exigente y cumple su promesa fielmente. Aunque él no se da cuenta de ello hasta el final, es siempre Amy la que le hace quedar como todo un caballero.
John Brooke es el preceptor de
Laurie. Muy educado y gentil, pero muy pobre. Se enamora de Meg en cuanto la
ve, pero no es correspondido inmediatamente. Brooke está presente durante
salidas y excursiones de los jóvenes protagonistas de la obra, y es durante estas
que Meg se da cuenta de que este hombre es moralmente superior a los muchachos
que frecuenta. Brooke también acompaña a la Señora March al frente cuando tiene
que atender allí a su marido enfermo.
Los March quedan muy agradecidos y surge amistad entre el joven preceptor y la
familia. Pero Meg no se decide a aceptar la proposición de matrimonio de John
hasta que la Tía March la advierte de que ni se la ocurra casarse con ese pobre
hombre porque va a ser una desgraciada toda su vida. Al casarse, Meg
efectivamente sufre privaciones, pero lo peor es que su marido no tarda en
dejarla viuda con tres hijos. A partir de ahí, Meg depende de la ayuda que la
dan los demás. En las secuelas Hombrecitos
y Los
Muchachos de Jo los March se
muestran unánimes al recordar a John Brooke como el mejor de todos los hombres
de la familia. Pero cuando Daisy, una de las hijas de Meg, decide casarse con
un huérfano paupérrimo recogido por Jo que pretende ganarse la vida como
violinista, Meg no da su bendición fácilmente. El personaje de John Brooke no
ha sido muy bien tratado en las películas que se han hecho de Mujercitas. No
puedo dejar de decir con gran
indignación que el film de 1994 trata a este personaje de forma
deleznable, representándole como un fatuo insoportable que hasta viste de forma
extravagante cuando lo cierto es que el pobre John no tenía ni para un abrigo
nuevo cuando el suyo ya estaba para reciclar.
Frederick Bhaer es otro hombre culto
y educado pero sin fortuna. Su suerte resulta ser mejor que la de John Brooke,
porque al casarse con Jo, su situación económica mejora. La Tía March deja una
gran finca a Jo, que, con el apoyo de su marido, la convierte en una escuela
para niños. Aunque la descripción de Bhaer en la novela hace recordar a Papá
Noel – es mayor, benévolo, con barba y alemán con acento – en el cine casi siempre
se le ha representado como un extranjero muy interesante y atractivo. En la novela, este hombre nunca deja de apoyar
a Jo y en las secuelas forman un gran equipo. Pero la versión de 2019 no da
importancia a esta complicidad para estresar la independencia de Jo.
LA ÉTICA PROTESTANTE Y LA DONCELLA
CATÓLICA
Esa ambición de las mujercitas por
triunfar en la vida que tanto se admira hoy en día, no era otra cosa que una
manifestación de la ética protestante. Hay que trabajar duro para triunfar en
la vida y eventualmente poder entrar en el cielo, según esta ética.
La familia March era protestante y se
tomaba la religión muy en serio. Vamos a hacer mención aquí del que probablemente
sea el libro más leído por los protestantes después de la biblia.
El
Progreso del Peregrino fue escrito por John Bunyan y publicado por primera vez en
1678. Se trata de una novela alegórica en la que un hombre llamado Cristiano
abandona su hogar para buscar el camino al cielo. Este camino está lleno de
lugares y seres peligrosos que intentan impedir que el peregrino llegue a su
destino. Al menos cuatro de los capítulos de Mujercitas llevan títulos
inspirados en la obra de Bunyan. Son precisamente los capítulos que tratan más
de cerca los defectos que tienen que vencer las chiquillas. Se trata de:
El capítulo 6 Beth
encuentra el Palacio Hermoso
El capítulo 7 El Valle de la Humillación de Amy
El capítulo 8 Jo se encuentra con Apolión
El capítulo 9 Meg visita la Feria de las Vanidades.
La obra de Bunyan, tan importante para el
protestantismo, no es muy conocida por los católicos porque en ella, uno de los
seres que amenaza la salvación de Cristiano es nada menos que el Papa de Roma. Pero
para cuando Louisa May Alcott escribió Mujercitas, los tiempos habían cambiado
y la hostilidad para con los papistas no era tan agresiva como lo fue en el
siglo diecisiete.
De hecho, uno de los personajes de Mujercitas es Esther, la doncella de la Tía March. Esther es francesa y una ferviente católica, y durante la estancia de Amy en casa de su tía, explica a esta niña que el rosario no es un collar sino un instrumento para facilitar la oración. Esther crea una pequeña capilla dentro de un vestidor para Amy, y allí, ante un cuadro de la Virgen, Amy, aunque no se atreve a utilizar un rosario, encuentra consuelo rezando y pidiendo por la salud de Beth. La novela pone así su granito de arena a favor de la paz, poniendo la bondad de las personas por encima de la lucha por el poder religioso.
Espero que estos apuntes no resulten solo anacrónicos y que sirvan para comprender la obra de Alcott y la historia mundial algo mejor, así como para recordar que la bondad también cuenta.
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